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Red Bull ha creado un monstruo con Max Verstappen

Cuando los piropos le caían de todas partes y aquellos que en su día le atizaron por su precipitación y su temperamento volcánico ya no sabían dónde esconderse, Max Verstappen les revivió a todos juntos este domingo en Brasil. Con su segundo título en la estantería de su casa desde hace ya días, el neerlandés protagonizó uno de los momentos más incómodos de la corta historia de Red Bull; un episodio que retrotrajo a los espectadores a aquellos rifirrafes que en su día mantuvieron Sebastian Vettel y Mark Webber y en los que siempre terminaba emergiendo la sonrisa traviesa del alemán. En este caso no fue un duelo directo por hacerse con la teórica jefatura de la escudería, dado que ya está más que claro quién manda, circunstancia que todavía hace más difícil de entender lo sucedido.

Con la carrera en Interlagos a punto de terminar, Red Bull le pidió a Verstappen, que rodaba el sexto, que se dejara superar por Checo Pérez, que lo hacía el séptimo. Con esa maniobra, el equipo del búfalo rojo pretendía que el mexicano mantuviera la segunda posición en la clasificación general, que se juega con Charles Leclerc, que iba a terminar el cuarto y, en consecuencia, recortarle varios puntos al corredor de Jalisco. Una de las iniciativas promovidas por Liberty Media desde que la compañía se hizo con la explotación de los derechos del Mundial fue la apertura a la audiencia de las comunicaciones por radio más jugosas, entre los pilotos y quienes les dirigen desde el muro. Gracias a eso, los aficionados pudieron comprobar hasta qué punto llega la ambición del actual campeón, que se negó a cederle el paso a su compañero.

“Qué ha pasado, ¿Max?”, preguntó Gianpiero Lambiase, el ingeniero de pista del chico de Hasselt, nada más cruzar este la meta sin haberse dejado adelantar por su vecino de taller. “Ya os lo dije en verano: no me volváis a pedir eso. ¿Queda claro? Os di mis razones y las mantengo”, soltó Verstappen, con voz firme y desafiante. Según parece, esas “razones” vendrían del accidente que sufrió Pérez durante la cronometrada del último Gran Premio de Mónaco, que obligó a los comisarios a sacar la bandera roja y neutralizó la vuelta del holandés, que tenía muchos números de llevarse la pole y que finalmente tuvo que arrancar el cuarto.

De cualquier forma, la desobediencia en Interlagos es significativa, al margen de lo evidente –él ya no se está jugando nada y Pérez, el subcampeonato–, porque llega después de que el muchacho de Guadalajara jugara un papel determinante en la consecución de la corona de 2021, en aquel explosivo último gran premio, en Abu Dabi, donde levantó un muro delante de Lewis Hamilton que poco después resultaría decisivo a favor de los intereses de su colega. “Esto demuestra cómo es realmente”, espetó Checo, todavía desde el coche, mientras Christian Horner, el director de la estructura de Milton Keynes (Gran Bretaña), le pedía disculpas.

Con todo eso dentro, Pérez no se cortó un pelo después, cuando los periodistas le preguntaron por lo que acababa de suceder en la pista. “No sé qué pasó, especialmente después de todo lo que hice por él. No entiendo sus razones y estoy muy sorprendido. Si tiene dos campeonatos es gracias a mí”, respondió el de Jalisco, verbalizando un mal rollo que nadie sabe si podrá resolverse. De entrada, habrá que esperar a la semana que viene, precisamente en Abu Dabi, donde Pérez y Leclerc llegarán empatados y donde el que termine por delante del otro se llevará el subcampeonato.

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